Para llegar a una relación
sexual plena, la ternura y el erotismo van de la mano, pueden ser las dos caras de la misma moneda.
Así lo entendieron Anita y Miguel. Ambos se permitieron mostrar
esas dos caras
y, de esa forma, recuperaron el deseo.
Hace poco, recibí en el buzón de voz de mi teléfono el siguiente mensaje:
"Javier, somos Miguel y
Anita, necesitamos tener una entrevista para un asunto que quedó pendiente con respecto a las sesiones
de gestalt que mantuvimos hace un tiempo contigo. Si eres tan amable, contacta con nosotros lo antes posible en el número..."
Reconocí enseguida la voz de Miguel,
un hombre vital y enérgico de mirada inquieta,
que acudió a mi consulta junto con su pareja
hace años en busca de ayuda.
También recordé cómo, en un primer encuentro, Anita desveló con una voz cargada de rubor el asunto
que les traía hasta
mí: desde hacía cierto tiempo
y después de un creciente desinterés, habían dejado de mantener
relaciones sexuales.
- Miguel dijo: "Hemos fracasado".
En aquella primera sesión,
los dos dirigían su mirada hacia el suelo
y, al poco, empezaron a
intercambiar reproches: uno acusaba al otro
de su "alergia" hacia cualquier acción que pudiera implicar
erotismo y el otro replicaba con todo tipo de argumentos y descripciones sobre la falta de ternura del primero.
Anticipando que me hablarían de una
recaída después de seis años, concerté
una entrevista con ellos y revisé notas que me ayudaran a
abordar la situación. Pero lo que realmente me invadió durante la semana fue una tremenda curiosidad
por "aquello" que según
ellos había quedado pendiente.
Nada más tomar asiento con ambos en la sala, pude contemplar ante mí a dos
personas de mediana edad que se miraban con complicidad y dulzura mientras, a la vez y sin que
mediasen palabras, aproximaban mutuamente sus sillas dirigiéndome una sonrisa. Eran ellos, no había duda ... pero
al mismo tiempo no eran ellos, nada que ver con lo que yo había presupuesto, y
menos aún con cómo los recordaba durante
la última sesión, cuando nos despedimos hace tiempo.
Pero no tuve que esperar
mucho para satisfacer mi curiosidad.
- Miguel me recordó:
"Javier, hace unos años nos dijiste que sería un
placer para ti reencontramos en el tiempo y poder compartir nuestra felicidad
con nosotros un ratito, así como poder preguntarnos algunas cosas. Esto es lo
que teníamos pendiente contigo. Bien, aquí estamos. Pregunta lo que
quieras".
Aún perplejo les pregunté:
- ¿Cómo habéis conseguido cambiar tanto? ¿Ese
cambio también está presente en vuestra sexualidad?
Ambos me
respondieron diciéndome que habían podido reconocer en si mismos lo que achacaban
al otro como algo negativo, o sea, que uno
de ellos tenía la virtud de ser especialmente tierno, pero su faceta erótica
estaba arrinconada y poco desarrollada,
mientras que al otro le pasaba justo al revés.
El hecho
de comprender que ningún aspecto es despreciable, sino todo lo contrario,
que ternura y erotismo son igualmente necesarios y valiosos para mantener una relación sexual plena y satisfactoria, les había animado a
cada uno a explorar en sí mismos la parte más oculta, ganando en autoestima y
gozo, pudiendo mirar al otro no como a
un ser "reclamante", sino como a alguien complementario, con la ayuda
del cual descubrir y aprender.
Entre
risas, recordamos algunas experiencias que yo les proponía y ”no” pude dejar de
preguntarles cuál les había sorprendido más.
"Sin duda –contestó Anita-, la
más sorprendente fue que nos propusieras pasar un tiempo encontrándonos en la
cama para acariciarnos sin pretender llegar a nada; sobre todo, sin pretender llegar al orgasmo, que nos
olvidáramos de conseguirlo".
Yo lo primero que pensé con tu propuesta fue: ¿Y
qué he de hacer?, ¿no pasará nada?. Y lo
cierto es que, desde una cierta pasividad, se despertó el deseo y los dos
entramos en otra dimensión. Fue como si se nos abrieran los sentidos,
conectamos con nuestro erotismo al tiempo que nos sentimos liberados cada uno a
su manera del clásico 'cumplir' en la cama.
Miguel no pudo dejar de recordarme
qué fue lo que más le había costado, que incluso le llevó a enfadarse conmigo y
era el reconocer su necesidad, como todo ser
humano, de recibir y de dar afecto a través de los abrazos. Simplemente, le
daba vergüenza. No podía ser que él, un hombre maduro, necesitara eso.
Parece
que lo que le ayudó fue la lectura de unos escritos que yo les había
proporcionado, en los que había un fragmento de Virginia Satir que decía:
"Necesitamos cuatro abrazos al día
para sobrevivir, ocho abrazos al día para mantenimiento y doce abrazos al día
para crecer".
Yo le
reté a que, antes de cuestionarlo, lo probara con su mujer. Y parece ser que,
al final, decidió no conformarse simplemente con sobrevivir; sobre todo, porque
Anita empezó de forma inesperada a contestar con suaves ronroneos y mordiscos
en su oreja.
Entre
risas, y con la perspectiva del tiempo, reconocieron que justo el
"atrevimiento a la ternura" de uno ellos había sacado a escena el
erotismo poco explorado del otro, algo que nunca hubieran esperado.
Quise
indagar aún más y no pude dejar de preguntarles qué les había servido especialmente de todo lo que habían aprendido en las sesiones y que, a nivel
sexual, seguían poniendo en práctica.
Curiosamente,
estuvieron de acuerdo a la hora de responder: el hablar clara y directamente
de qué les gustaba de lo que
sexualmente hacía el otro y qué no,
expresar cuáles eran los propios deseos intentando ser lo más concretos
posible.
Y de
igual importancia fue también el dar a
conocer, en el momento de la relación sexual, qué cosas gustaban a través de la
expresión no verbal: del gesto, de la mirada, del tono de los sonidos.
Finalmente, no pude dejar de reconocerles de forma emocionada que si todo había ido tan bien es
porque había mucho amor entre ellos. Que su sexualidad era una de las mejores
maneras de conocerse y entregarse a una
experiencia que va más allá de lo físico. Y que mi ayuda tan sólo era
una gota en la inmensidad de su relación.
Cuando
ya se iban, Anita se giró guiñándole un ojo a Miguel mientras me cogía cariñosamente del brazo y, poniéndose de puntillas para estar más cerquita, me
dijo: "¿Sabes lo que realmente más nos ha ayudado? Aquello que nos dijiste
el primer día:
"Fracasados,
nunca me he encontrado con ninguno, sólo he encontrado personas que tenían
problemas pasajeros".
TIEMPO PARA EL EROTISMO
Olvida
las precipitaciones.
Revisemos cómo vivimos el "tiempo erótico".
Solemos someter el goce sexual a las prisas y precipitaciones de la vida
diaria. Darse un "buen tiempo" tanto a nivel de cantidad como entrar en él
con una actitud de disponibilidad es el factor principal para disfrutar de la
gratificación erótica.
No tengas prisa por acabar
Es
importante no tener prisa por llegar al orgasmo. Cuando esto ocurre, nos evadimos de nuestro propio
ser; es como si no estuviéramos "presentes". Si nos olvidamos del final, estamos más en contacto con nuestra pareja y nuestras caricias y
acercamientos adquieren más intensidad. Y no olvidemos que nuestra capacidad de disfrute se multiplica momento a momento.
Relájate y
disfruta
En
nuestra sociedad, nos hemos olvidado de la relajación en muchos aspectos de
nuestra vida, y el sexo, en particular, se ha convertido en motivo de
ansiedad. Si nos tumbamos sin prisas simplemente contemplando los ojos de
nuestra pareja y acompasando nuestra respiración, podemos comprobar cómo muchas
de nuestras infelicidades y ansiedades desaparecen de una forma natural.
Podemos entrar poco a poco en el presente, en un presente compartido donde
erotismo y ternura aparecen y se suceden
espontáneamente, sin que nosotros tengamos que hacer nada especial.
Habla con claridad
Una
comunicación abierta y clara siempre es el camino. Muchas relaciones sexuales
se estropean por "creer que tú
supones que yo pienso que tú supones..." o por la creencia de que la pareja
debe "adivinar" lo que queremos realmente. Además de hablar, también
se puede hacer hincapié y enseñar con el gesto o la mirada a la persona con
quien mantenemos la relación sexual lo
que realmente apetece y no apetece en el mismo momento de la actividad
erótica.
Atrevimiento
como afrodisíaco. El erotismo de las primeras experiencias no se limita a la
primera vez en que una persona practica el sexo, sino que puede incluir otras
"primeras veces" sexuales, como hacer el amor al aire libre, en
lugares inhabituales, en momentos inusuales, el riesgo de
ser
descubierto...
También hay otras
"primeras veces" para la ternura: la primera vez que me abrazó y besó
en público, la primera que me tomó de la mano "delante de...", la
primera vez que comentó en público aquello tan importante para mí, aquel vestido que sabe que me gusta y que
se puso precisamente aquel día.
Busca en
tu imaginación. Sexualidad y creatividad son agua de la misma fuente. De hecho,
es difícil imaginar lo uno sin lo otro. Imaginar en voz alta, compartir y
elaborar fantasías con el otro es la mejor opción para ir construyendo un camino de confianza e intimidad entre los miembros
de una pareja.
Confía, confía y confía
La
sensación de confianza en el compañero es lo que permite abandonarse por completo a la experiencia instintiva de hacer el amor. En muchos casos, la
intensidad de una experiencia sexual se va profundizando, retroalimentando y
convirtiendo en un sentimiento de confianza e intimidad. Porque la llave que
abre la cerradura de toda relación es la confianza. Y no hablamos sólo de la
confianza en el otro, sino también de la que se tiene en uno mismo, que es muy
importante.
Ahonda en lo emocional
Tanto hombres
como mujeres suelen coincidir en que una relación entre dos personas es la cualidad más
importante para una práctica sexual plena. El cariño, la ternura, la confianza,
la complicidad... marcan la diferencia entre una experiencia física satisfactoria y algo mucho más profundo.
Cuando se consigue combinar lo emocional y lo físico, puede darse entonces un
aspecto de verdadera fusión entre dos personas y catapulta la práctica de
hacer el amor hacia algo más grande.
Mima la relación sexual
El
entendimiento sexual, además de ser elemento cohesivo dentro de la relación de
pareja, es un campo abonado para la intimidad y también para la
felicidad. Por el contrario,
cuando el sexo es motivo de insatisfacción o problemas, puede esparcirse desde ahí la semilla del
resentimiento, las frustraciones y los temores. Siendo un aspecto tan
importante requiere que se le dedique tiempo y mucha atención, así como generar
un espacio común donde el mimo, la ternura, las caricias, la comprensión y la
franqueza sean lo prioritario. La sexualidad siempre es el terreno fértil donde
la vida y el amor pueden crecer.